“¿Qué haces aquí?”, fue lo primero que se me vino a la mente al momento de comenzar este texto, el primero de muchos. Tranquilos, no deben pensar en una respuesta inmediata, que la pregunta va dirigida hacia ambos, tanto a ti como a mí. Y es que más allá de brindar respuestas, mi cerebro se ha configurado a lo largo de los años para redactar preguntas; encuentro más paz en la incertidumbre que en lo certero. Dentro de los signos de interrogación se encuentra un amplio rango de posibilidades, interminables caminos por recorrer, infinidad de puertas por abrir, ¿tú qué opinas?
Ahora bien, si quisiésemos recorrer el sendero de lo desconocido para darnos paso por la bella selva de la interrogación, hemos de estar preparados. Para esto, llevaré conmigo mi pasado, y todo lo que en él atesoro. Cuidado. No hemos de confundir el cargar con nuestros errores y arrepentimientos con el reconocer lo valioso que se ha de rescatar de ellos. ¿Me comprendes?
“No dejaremos de explorar, y el final de la exploración será, llegar al punto de partida y conocer el sitio por primera vez”. — T. S. Eliot
Continúo.
Si pudiera meter en una bolsa los tesoros que la vida me ha brindado, el peso de llevarla conmigo sería inmenso. Estaría repleta de lecciones, consejos, experiencias, desamores, conversaciones, incertidumbres, libros, poemas, películas, canciones, heridas, lugares, paisajes, besos, llantos, alegrías, y no he de aburrirte extendiendo aún más el listado. Piensa tú qué has de cargar en esta bolsa, y déjalo que pese, para eso estamos aquí. ¿Lo ves? Poco a poco vamos respondiendo la pregunta inicial, sígueme.
No tiene por qué doler la espalda, creo yo, cargando con tanto tesoro del pasado. Es por eso que quiero dejarlo plasmado en estas palabras. Agradecer por lo recibido es el primer paso. Darnos cuenta de la fortuna que yace en las finas telas del tiempo, del transcurso efímero de nuestras vidas, carente de masa y color, sin forma ni aspecto. Simplemente reconocer lo que es. Pensé en escribir “lo que fue”, pero me di cuenta que jamás dejará de ser. Lo que cargamos con nosotros llegó en un momento específico de nuestra historia, claro está, pero no por eso permanecerá de forma temporal. Las mayores riquezas son atemporales, como las palabras.
¿Me sigues?
Y justo eso es lo que hago aquí, volviendo atemporales mis tesoros, mis experiencias, mis ideas, mis sentimientos. Plasmando un cachito de lo que tengo, entregando una parte de lo que soy.
Ahora es tu turno, querido lector, de cuestionarte, ¿qué haces aquí?
nice <3