Mickey la Rata
Leí en un libro de Introducción a la Psicología (D. Coon, 1977) que existe un experimento donde una rata es colocada dentro de una cámara de condicionamiento operante (conocida también como caja de Skinner, psicólogo conductista y filósofo social cuya misión fue demostrar que el libre albedrío no existe) en la que se encuentra una palanca. Dicha palanca tiene como función producir en Mickey un efecto placentero al estar su cabeza conectada a electrodos que provocan descargas eléctricas, estimulando ciertas “zonas de placer” en el cerebro. Estos efectos, o refuerzos, se asemejan a los refuerzos primarios “naturales” que obtenemos al comer, dormir, tener sexo, beber agua, etc. Existen también los refuerzos secundarios, o “aprendidos”, los cuales tienen una naturaleza más abstracta: recibir atención, sentirse apreciado, que se nos brinde cariño o afecto, calificaciones ponderadas (SOS) y por supuesto el dinero, que se convierte en un medio para la obtención de cualesquiera sean estos refuerzos.
Incluso al igual que con Mickey, un equipo de científicos realizó una serie de experimentos conductistas con chimpancés, enseñándolos primero a canjear en una máquina expendedora monedas a cambio de comida. Después de esto, los científicos enseñaron a los chimpancés a realizar trabajos más complejos a cambio de más monedas. Una observación interesante en dicho experimento fue que al paso del tiempo las chimpancés hembras cesaron el trabajo, dejándolo únicamente a los machos; un asistente volvió al laboratorio pasadas las horas de estudio y se dio cuenta que las chimpancés hembra canjeaban monedas con los machos a cambio de “favores sexuales”, para después comprarse así su comida en la máquina expendedora. ¿Inteligentes?
Otros chimpancés inclusive preferían acumular monedas por el simple hecho de cada vez tener más, aunque a estas no les dieran uso aparente. Curioso.
Pero volvamos con Mickey, nuestra rata amiga capaz de provocarse placer al presionar una palanca. Lo interesante de este experimento es que Mickey tiene la libertad de oprimir la palanca cuantas veces le plazca, recibiendo así enésimas cargas. De acuerdo a los resultados del experimento, las ratas presionarían la palanca miles de veces por hora. En el transcurso de 20 horas los cuerpos de las ratas tienden a colapsar exhaustos, sin embargo, al revivir no existe en ellas otra meta que no sea de nuevo presionar la palanca. La trágica noticia es que si se sigue recompensando a Mickey cada vez que la palanca es presionada, al paso del tiempo su cuerpo cede y muere de agotamiento. O mejor dicho, muere de placer [risa incontrolable].
Pregunta: ¿Te disgustaría ser una rata?
Bonus: ¿Afectaría el resultado cambiar de nombre a Mickey?
Extra bonus: ¿En qué se asemejan ratas y chimpancés?
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